Es un Miércoles distinto en nuestra Parroquia de San Vicente Mártir, y por eso lo escribimos con la inicial en mayúscula. Antes de pronunciar la oración de bendición y rociar el agua con el hisopo, miraré el sencillo cuenco en el que hemos puesto la ceniza, elaborada tras quemar y cernir las palmas y ramos de la última Semana Santa. Y pienso en cuántas vivencias están contenidas ahí: en la ceniza que he bendecido y que impongo en la cabeza de los fieles, están los gozos y amarguras que experimentamos en el peregrinar cotidiano. Sí, somos ceniza, pero en la Eucaristía que celebramos, el Señor nos incorpora a la Vida verdadera (también la inicial en mayúscula, porque no es una vida cualquiera). Por eso, la Semana Santa será nuestra Tierra Prometida, y lo será no tanto porque llegan los días esperados por los que nos sentimos y trabajamos como cofrades, sino mucho más porque al final, tras pasar por el Calvario, nos asomaremos a la tumba vacía para proclamar que es verdad, que Cristo ha resucitado.
Miércoles de Ceniza. ¿Cuenta atrás? No, ni mucho menos. Cuenta adelante. Camino de emociones y nostalgias. Camino de lágrimas y de oraciones. Camino de de ruán negro y esparto ceñido, de cirio al cuadril o capa blanca almidonada, de escapulario carmesí… Pero ante todo, camino hacia ti, Señor, hacia tu Misterio Pascual. Hacia tu Pasión y tu Cruz. Siempre hacia adelante. Como marcha una cofradía. Hacia la Resurrección y la Pascua, hacia la Vida que nos das. Camino con María, en las distintas advocaciones de las cofradías de nuestra Parroquia de San Vicente Mártir. Será un camino por el desierto, como durante cuarenta días Tú, Señor, fuiste tentado por Satanás, para enseñarnos que, en nuestras tentaciones y dudas, optar por Ti, a veces incómodo y arriesgado, a veces yendo contracorriente, siempre, siempre merece la pena.
Por eso, ahora me dirijo a ti, querida hermana, querido hermano: cuando hoy sientas cómo el sacerdote signa tu frente con la ceniza, mientras te exhorta a la conversión y la fe en el Evangelio, piensa qué valor infinito tienes para el Señor, pues murió por ti. Piensa en que esa ceniza, que unas manos hábiles fabricaron a base de vivencias, dulces o amargas, de la última Semana Santa, no es metáfora de muerte, sino más bien de la Verdad y de la Vida a la que Jesucristo te llama.
Es Cuaresma. Por medio de la oración, el ayuno y la penitencia, tenemos que convertirnos y buscar el perdón de nuestros pecados, mediante la confesión sacramental. Ha comenzado el peregrinar hacia la Semana Santa, hacia la Pascua. Bendito sea el Señor, que nos guiará por este camino.
Carlos Coloma Ruiz, pbro.
Párroco de San Vicente Mártir.